Kelly Lee Owens ∷ “One”

Kelly Lee Owens, 2022. Fotografía: Josie Hall.

Osado crecimiento el de la cantante y productora galesa Kelly Lee Owens en su más reciente álbum de estudio, "LP.8", un disco que se desprende de toda accesibilidad y aproximación a las bases melódicas dentro de su espectro electrónico para obedecer, estrictamente, a la libertad creativa y al instinto musical. Citando un par de líneas de la reseña de The Quietus, aquí “no hay ganchos, no hay ritmos para las pistas de club, no hay coros, nada que pueda describirse como una 'canción pop'. Este es un disco ingobernable y errante que valora la repetición, el zumbido y la deriva por encima de todo”. Pues en efecto, al lado de sus dos largos previos (su debut homónimo del 2017 y el grandioso "Inner Song" del 2020) hay una obvia recomposición estilística, más oscura, introspectiva, minimal y hasta compleja en formas que al final resuena como una declaración sónica de intenciones. “No tenía la energía o el deseo de repetirme, eso habría sido deshonesto de mi parte. Sigo al camino creativo que me guía y no al revés”, contestó recientemente KLO.

Tras la frustración de no poder salir de gira con "Inner Song" a causa de las restricciones por la pandemia, la artista decidió canalizar su energía creativa viajando repentinamente a Oslo sin ningún plan estructurado, sólo la idea de cambiar de escenario. “A salvo de las bajas temperaturas, me encerré en un estudio con [el productor de vanguardia] Lasse Marhaug, experimentando con el sonido como nunca antes”, cuenta KLO, diciendo además que imaginaron hacer algo que se ubique entre Throbbing Gristle y Enya. Al hacerlo, combinaron sonidos duros e industriales con el misticismo celta etéreo, creando música que va y viene entre la tensión y la liberación. Un mes después, Kelly llamó a su sello para decirles que había creado algo atípico: su 'octavo álbum'. “En esta extraña era de pandemia sentí que entré en una máquina del tiempo: todas las reglas se fueron por la ventana. ¡Podría hacer lo que quisiera! Y para mí, este trabajo, se sintió como mi octavo disco, como si hubiera saltado hacia el futuro [...] Quería conjurar hechizos de esperanza para el futuro [...] Quería crear un paisaje sónico [...] Durante los 8 días de grabación fue un proceso liberador, alejado de las programaciones —en su lugar usó una Pulsar-23, una caja de ritmos analógica— y sin hiper edición [...] Y lo más importante: aprendiendo cada vez más en confiar en mí misma y en mi viaje como artista”. Grande KLO, la queremos y la seguimos a donde vaya con su sonido.